Mostrando entradas con la etiqueta reflexión. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta reflexión. Mostrar todas las entradas

martes, 8 de octubre de 2019

Buena suerte, mala suerte

Hoy quiero compartirte una reflexión que conocí en la universidad y me encantó. Espero que la disfrutes y en todo momento de tu vida afirmes: «¿Buena suerte? ¿Mala suerte? ¡Quién sabe!».
«Una historia china habla de un anciano labrador, viudo y muy pobre, que vivía en una aldea, también muy necesitada.
Un cálido día de verano, un precioso caballo salvaje, joven y fuerte, descendió de los prados de las montañas a buscar comida y bebida en la aldea. Ese verano, de intenso sol y escaso de lluvias, había quemado los pastos y apenas quedaba gota en los arroyos. De modo que el caballo buscaba desesperado la comida y bebida con las que sobrevivir.
Quiso el destino que el animal fuera a parar al establo del anciano labrador, donde encontró la comida y la bebida deseadas. El hijo del anciano, al oír el ruido de los cascos del caballo en el establo, y al constatar que un magnífico ejemplar había entrado en su propiedad, decidió poner la madera en la puerta de la cuadra para impedir su salida.
La noticia corrió a toda velocidad por la aldea y los vecinos fueron a felicitar al anciano labrador y a su hijo. Era una gran suerte que ese bello y joven rocín salvaje fuera a parar a su establo. Era en verdad un animal que costaría mucho dinero si tuviera que ser comprado. Pero ahí estaba, en el establo, saciando tranquilamente su hambre y sed.
Cuando los vecinos del anciano labrador se acercaron para felicitarle por tal regalo inesperado de la vida, el labrador les replicó: “¿Buena suerte? ¿Mala suerte? ¡Quién sabe!”. Y no entendieron…
Pero sucedió que, al dia siguiente, el caballo ya saciado, al ser ágil y fuerte como pocos, logró saltar la valla de un brinco y regresó a las montañas. Cuando los vecinos del anciano labrador se acercaron para condolerse con él y lamentar su desgracia, éste les replicó: “¿Mala suerte? ¿Buena suerte? ¡Quién sabe!”. Y volvieron a no entender…
Una semana después, el joven y fuerte caballo regresó de las montañas trayendo consigo una caballada inmensa y llevándoles, uno a uno, a ese establo donde sabía que encontraría alimento y agua para todos los suyos. Hembras jóvenes en edad de procrear, potros de todos los colores, más de cuarenta ejemplares seguían al corcel que una semana antes había saciado su sed y apetito en el establo del anciano labrador. ¡Los vecinos no lo podían creer! De repente, el anciano labrador se volvía rico de la manera más inesperada.  Su patrimonio crecía por fruto de un azar generoso con él y su familia. Entonces los vecinos felicitaron al labrador por su extraordinaria buena suerte. Pero éste, de nuevo les respondió: “¿Buena suerte? ¿Mala suerte? ¡Quién sabe!”. Y los vecinos, ahora sí, pensaron que el anciano no estaba bien de la cabeza. Era indudable que tener, de repente y por azar, más de cuarenta caballos en el establo de casa sin pagar un céntimo por ellos, solo podía ser buena suerte.
Pero al día siguiente, el hijo del labrador intentó domar precisamente al guía de todos los caballos salvajes, aquél que había llegado la primera vez, huído al día siguiente, y llevado de nuevo a toda su parada hacia el establo. Si le domaba, ninguna yegua ni potro escaparían del establo. Teniendo al jefe de la manada bajo control, no había riesgo de pérdida. Pero ese corcel no se andaba con chiquitas, y cuando el joven lo montó para dominarlo, el animal se encabritó y lo pateó, haciendo que cayera al suelo y recibiera tantas patadas que el resultado fue la rotura de huesos de brazos, manos, pies y piernas del muchacho. Naturalmente, todo el mundo consideró aquello como una verdadera desgracia. No así el labrador, quien se limitó a decir: “¿Mala suerte? ¿Buena suerte? ¡Quién sabe!”. A lo que los vecinos ya no supieron qué responder.
Y es que, unas semanas más tarde, el ejército entró en el poblado y fueron reclutados todos los jóvenes que se encontraban en buenas condiciones. Pero cuando vieron al hijo del labrador en tan mal estado, le dejaron tranquilo, y siguieron su camino. Los vecinos que quedaron en la aldea, padres y abuelos de decenas de jóvenes que partieron ese mismo día a la guerra, fueron a ver al anciano labrador y a su hijo, y a expresarles la enorme buena suerte que había tenido el joven al no tener que partir hacia una guerra que, con mucha probabilidad, acabaría con la vida de muchos de sus amigos. A lo que el longevo sabio respondió: «¿Buena suerte? ¿Mala suerte? ¡Quién sabe!».
No sabemos si ese evento que nos llega cargado de dolor sea un motivo de próximas sonrisas.  Siendo así nada es malo, todo es bueno y favorable para nuestro crecimiento. 
«¿Buena suerte? ¿Mala suerte? ¡Quién sabe!».

Tienes alguna anécdota que nos quieras compartir de una situación que al comienzo te pareció negativa y luego trajo cosas positivas? Déjanos tu comentario.
⇩ ⇩ ⇩

Abrazos de corazón. 

lunes, 2 de septiembre de 2019

El pájaro y el ángel.



"Había un pájaro que vivía en el desierto, muy enfermo, sin plumas, sin nada para comer, beber, sin refugio para vivir; maldiciendo su vida, día y noche.

Un día, un ángel estaba cruzando ese desierto y el pájaro detuvo al ángel y le preguntó:
- ¿A dónde vas?

El ángel respondió:
- Voy a encontrarme con Dios.

Entonces, el pájaro le pidió al ángel que, por favor, le preguntase a Dios cuándo terminaría su sufrimiento.

El ángel le dijo:
- ¡Por supuesto, lo haré!
Y el ángel se despidió del pájaro.

Al encontrarse con Dios, el ángel le compartió el mensaje del pájaro.

El ángel le contó su patética condición y preguntó cuándo terminaría su sufrimiento.

Dios respondió:
- Durante lo que le queda de vida, el pájaro no tendrá felicidad...

El ángel le respondió que cuando el pájaro oyera esto, se desanimaría.

Entonces, le preguntó si podría sugerir alguna solución para esto.

Dios le respondió:
- Dile que ore de esta manera: "Gracias Dios por todo"

El ángel volvió hasta al pájaro y le entregó el mensaje de Dios.

Una semana después, el ángel pasó de nuevo por el mismo camino y vio que el pájaro estaba muy feliz.

Las plumas habían crecido en su cuerpo, una pequeña planta creció en la zona desértica, un pequeño estanque de agua también estaba allí, y el pájaro estaba cantando y bailando alegremente.

El ángel estaba asombrado de cómo sucedió esto porque recordó que Dios dijo que por lo que le quedaba de vida, no habría felicidad para el pájaro.

Con esa inquietud en mente, fue a visitar a Dios de nuevo.

- Sí, estaba escrito que no habría felicidad para el pájaro por lo que le queda de vida, pero todo cambió debido a que el pájaro está orando diariamente "Gracias a Dios por todo", ante cada situación.

Cuando el pájaro caía sobre la arena caliente, decía "gracias a Dios por todo"

Cuando no podía volar, repetía "Gracias a Dios por todo" así cual sea la situación, el pájaro siguió repitiendo "Gracias a Dios por todo" y por lo tanto cambió lo que le quedaba de vida en siete días" 

Reflexión: 

Para muchas personas "Gracias" puede ser una simple palabra. Pero esa palabra, ese pensamiento nos lleva a reconocer todo lo que nos llega como un regalo. Hoy la invitación es a activar la gratitud en cada momento. 

Detente en este momento y da gracias por tres cosas que te han pasado en los últimos días. Qué tal si lo sigues haciendo por el resto de semana? Si decides hacerlo, regresa y déjame tu experiencia en la casilla de comentarios... y gracias por pasar a leernos.